Tan amplio es el ámbito de la arquitectura como las maneras
que podemos encontrar de definirla. Podemos encontrar definiciones de
diccionario, tales como “arquitectura es el arte de proyectar y construir
edificios” o “método estilo en el que se
proyecta y construye un edificio, caracterizado por ciertas peculiaridades”.
A lo lago de la historia han sido mucho los que han intentado
definir en arquitectura. Desde el principio hemos encontrado a personalidades
tales como Leon Battista Alberti, en Re
Aedificatoria, diciendo que “el arquitecto será aquel que con un método y
un procedimiento determinados y dignos de admiración haya estudiado el modo de
proyectar en teoría y también de llevar a cabo en la práctica cualquier obra
que, a partir del desplazamiento de los pesos y la unión y el ensamble de los
cuerpos, se adecue, de una forma hermosísima, a las necesidades más propias de
los seres humanos. El arte de la
construcción en su totalidad se compone del trazado y su materialización (...)
el trazado será una puesta por escrito determinada y uniforme, concebida en
abstracto, realizada a base de líneas y ángulos y llevada a término por una
mente y una inteligencia culta”.
Mirando un poco más hacia delante veíamos a Adolf Loos en Arquitectura: "La casa debe
agradar a todos, a diferencia de la obra de arte que no tiene por qué gustar a
nadie. La obra de arte es un asunto privado del artista. La casa no lo es. La
obra de arte de sitúa en el mundo sin que exista exigencia alguna que la
obligase a nacer. La casa cubre una exigencia. (...) La obra de arte es
revolucionaria, la casa es conservadora. (...) ¿No será que la casa no tiene
nada que ver con el arte y que la arquitectura no debiera contarse entre las
artes? Así es. Sólo una parte, muy pequeña, de la arquitectura corresponde al
dominio del arte: el monumento funerario y el conmemorativo. Todo lo demás,
todo lo que tiene una finalidad hay que excluirlo del imperio del arte".
Ya hacia 1967 encontrábamos a un Louis Khan que en una conferencia en el politécnico de Milán aportaba que la arquitectura no existe. Existe una obra de arquitectura. Y una obra de arquitectura es una oferta a la arquitectura en la esperanza de que ésta obra pueda convertirse en parte del tesoro de la arquitectura. No todos los edificios son arquitectura (...) El programa que se recibe y la traducción arquitectónica que se le da deben venir del espíritu del hombre y no de las instrucciones materiales.
A medida que evoluciona la sociedad evoluciona la arquitectura y evolucionan sus definiciones. Unos se dirigen hacia la técnica perfecta, otros hacia determinación de la casa… sin embargo todos comulgan en un mismo enfoque: la arquitectura está hecha por y para el hombre.
Por desgracia la sociedad en la que actualmente vivimos nos
muestra un panorama bastante desolador. Un mundo mayoritariamente maquiavélico en
el que cada cual fija un fin y con ello justifica sus medios. Un mundo en el
que entre el punto en el que estamos y nuestro próximo punto trazamos una
recta, sin pensar en cuantas otras rectas cortemos. Quizás es hora de comenzar a aceptar que
nuestra crisis actual no es meramente económica, sino que viene de mucho antes
como crisis social. Es una crisis que no podemos reducir al ámbito de lo político sino que podemos contemplarla a pie de calle, en nuestras escuelas, en las
universidades. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos
más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los
que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que
votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan.
Es hora de que la arquitectura sufra una reorientación o más
bien una adhesión a su programa. Son miles las personas que ya vieron esto y
comenzaron con una idea , con el fin de reactivar una pequeña parte de la economía
basada no en el capital del más fuerte, sino en la ayuda mutua y la colaboración
con el cercano. Del aprovechamiento del tiempo en algo productivo para uno
mismo y para el resto.
Pero esto no ha llegado a las escuelas, no ha llegado a los
programas. Seguimos encerrados en la arquitectura de construcción física y material,
cuando no es esto lo que prima ahí fuera. ¿Qué nos encontraremos cuando nos
demos de bruces con el exterior?, ¿será esto lo que verdaderamente requiere la
sociedad?, ¿y si lo que se nos exige no se puede tocar?, ¿qué base llevamos?,
¿quién nos forma para eso?...
Sin duda es unos de los muchos problemas sin solucionar que conduce
a la sociedad hacia ese gran muro de piedra llamado fracaso. Esperemos que no
todo se quede en la idea de girar, y finalmente giremos de verdad.